domingo, 23 de marzo de 2014

Amante parisina

Era ir a la cama con ella, solo que ella no existía realmente. Era un viejo recuerdo de cuando viví en París y cuando dejé de ser un niño y pasé a ser un ilustrado.
La habré conocido en algún café cercano al hotel donde me hospedaba en la calle Rue De Lyon. Siendo ella muy joven aún, diría que no tenía más de diecinueve años, era una chica muy ilustrada y con muchos conocimientos, desde ciencias hasta literatura, lo que ambos amábamos y lo que me había llevado a la capital Francesa. Pensamos siempre que veríamos, sin saber como a Fitzgerald, que tal vez nos encontraríamos con Gatsby en algún sueño juntos.
Sentía mi corazón latir mil veces más rápido cuando estaba junto a ella, Camille. El amor me hacía feliz, el alcohol me hacía expresarlo y París nos volvía amantes.
Escribíamos poemas juntos, poesía pura salida del corazón humano de ambos. A veces, cuando discrepábamos en algo, tirábamos una moneda a ver quien tenía la razón (ganaba yo por cierto).
Escribíamos cuentos juntos, ella con un tono humorístico y yo con cierto drama que todo cuento debe tener. Ella escuchaba Edith Piaf y yo Jaques Brel.
Ella moría y yo vivía. Es una triste realidad. Despertaba cada mañana solo, abría los ojos y ella ya no estaba al lado mío, como siempre, había desaparecido.
Llego un tiempo en que solo la veía de noche, tenía que recorrer bares y cafés para encontrarla. La encontraba y no me hablaba hasta que pasaba un cierto tiempo, no menos de veinte minutos. Salíamos junto, abrazados y nos dirigíamos a mi hotel, donde pasabamos la noche escribiendo y discutiendo de poesía, cuentos, ciencia, letras y amor.
Poco a poco nos dejamos de ver. Ciertas noches no tenía, debo aceptar, las ganas suficientes de salir a buscarla y recorrer medio París solo para verla y que desaparezca cada mañana.
Fue una mañana de abril, luego de muchos años, cuando saliendo a encontrarme con unos amigos la volví a ver, ya no era joven ni era mi amada, solo era Camille, una dama más.
La quise saludar pero preferí dejarla seguir su camino. Tal vez un camino de olvido...

Eduardo

No hay comentarios:

Publicar un comentario