lunes, 7 de abril de 2014

Maldita ternura.

He vuelto a escribir después de tiempo, me han estafado he de decirles. Resulta que mi computadora, sí, la que aguanta mis letras y versos, decidió morir hace 6 días. Pero ya volvió a su rutina, la de escribir y dejar un recuerdo de mis letras.
Optaré por empezar dedicándote estas letras, estos parráfos y quizá este texto completo.
Maldita ternura. És qué te alegre tardes y noches. Es qué te hice reír cada vez más. Te hice sentir la reina que merecías ser. Me pagas con tú maldita ternura.
Fuimos, quizá, los novios que nunca se besaron pero que siempre se escucharon. Yo que comprendí tu dolor y sequé ciertas lagrimas que tal vez hasta tu corazón sintió.
¡Maldita ternura carajo!... aquella que me hizo sentir algo en vano por ti.
Se que has fingido, tal vez, ciertas risas. Se que darte la mano antes de cruzar delante del semáforo, vernos y sonreír era simple rutina y tratar de sentir tu suave piel.

Si me dejas preguntar: ¿Te acuerdas aquella vez en donde me contaste un problema personal y lloraste? ¿Recuerdas mi dedo secando tus lagrimas y tu suspiro de alivio en ese mismo momento?
Será que fue fingido.
Maldita ternura será el recordar aquellas noches frías de noviembre, cuando te pasaba a buscar o tú venías a buscarme, salíamos juntos mientras caminabamos mirándonos, quizá tiernamente, quizá falsamente. Y reitero cada vez que nos agarrabamos de la mano, del brazo y cruzabamos la pista, yo rogando que no me sueltes y tú, como en un juego de niños lo hacías pero siempre con una sonrisa juguetona y delatadora de cierto pensamiento curioso.
Y es que pasaré toda mi vida lamentando esta maldita ternura en la que caí. En el juego del falso amor, como todos.
Creo que nuestra historia amorosa, imaginaria, falsa... se define en dos palabras: Maldita ternura.

Eduardo

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